En tiempos del Covid-19

"El valor de la vida está en el amor que damos, no en el que recibimos". Epicteto
¿Podría nuestra sociedad evolucionar y progresar en este sentido? Quizás podamos aprender algo de esta crisis, que no solo afecta a nuestra salud y economía, sino que está removiendo los cimientos de nuestra convivencia.
Si como sociedad estuviésemos anclados en el presente, seríamos capaces de ser receptivos a las señales que vienen de nuestro entorno y podríamos responder de manera reflexiva y tomar decisiones correctas y responsables en el momento oportuno. 

En cambio, estamos, la mayoría, situados en el futuro. Los gobernantes, preocupados en mantener su estatus, con miedo a tomar decisiones que les resten popularidad. Los ciudadanos, oscilando entre dos polos: unos, inconscientes del peligro de propagación de la enfermedad y que no alteran ni un mínimo su estilo de vida; otros, presos del pánico y angustiados por una escasez de alimentos que anticipan en su mente, la transmiten unos a otros y que se refleja en unas compras compulsivas y anti solidarias. No solo no paramos la propagación del Covid-19, sino que transmitimos valores de irresponsabilidad, egoísmo, desconfianza…entre nosotros.

Pero... ¿y si cada uno de nosotros toma conciencia, de verdad, de la situación que nos toca vivir y nos planteamos dar valor a nuestra vida y contribuimos al progreso de nuestra sociedad y a su evolución? Estamos a tiempo para construir una sociedad más humana, más amable, más generosa y alejada del egoísmo y las apariencias. Es tiempo de volver a la ética.

Recuperando a Epicteto.

Su doctrina se centra básicamente en la ética, en la mejor manera de vivir la vida, y sus enseñanzas han pasado a la historia como unas de las mejores maneras de alcanzar la paz interior.

1. Destino predeterminado

Nuestro filósofo opina que no tiene sentido que sintamos preocupaciones, angustias o frustraciones, puesto que todo lo que nos ocurre, todo lo que acontece, no puede ser de otro modo. Como si de un viaje en tren se tratara, nuestra vida discurre por una senda marcada de antemano, de modo que nuestra libertad de acción no ha de centrarse en buscar tal o cual fin específico, sino en aceptar las reglas del juego y tratar, sencillamente, de vivir lo más cerca posible de nuestra propia naturaleza.


2. Tranquilidad de espíritu (ataraxia).

Relacionado con lo anterior, el sabio es aquel que acepta de buena gana todas las circunstancias de la vida, pues comprende que no tiene otra opción. No está en su mano controlar los sucesos de la existencia y por ello puede permitirse relajarse y aceptar lo que la vida le ofrece.
De este modo, asumiendo y aceptando la incapacidad de controlar los sucesos a los que se enfrenta, el ser humano puede alcanzar la ataraxia, la tranquilidad de espíritu. Como el mismo Epicteto afirmaba: «Compórtate en tu vida como en un banquete. Si algún plato pasa cerca de ti, cuídate mucho de meter la mano. En cambio, si te lo ofrecen, coge tu parte. Haz lo mismo con tus riquezas, amigos, parejas, familia o cualquier otro aspecto. Si puedes lograrlo, serás digno de sentarte a la mesa de los dioses. Y si eres capaz, incluso, de rechazar lo que te ponen delante, tendrás parte de su poder».

3 Vivir en el ahora.

No preocuparnos ni por el pasado ni por el futuro, sino vivir siempre en el presente, único período sobre el que tenemos algún control. La vida centrada en el futuro complica la misma, pues el anticipo de aquello que puede ocurrir causa en nosotros temores (muchas veces infundados) y preocupaciones que pueden desembocar en problemas como la ansiedad o el estrés. Del mismo modo, la vida en el pasado, evocando lo que fue, comparándolo con lo que podría haber sido, desemboca a menudo en depresión, otro grave problema para el ánimo.
Por ello, Epicteto apuesta por una vida plena en el único momento sobre el que podemos tener algún poder de decisión: el ahora. Solo el momento presente es nuestro realmente y a él hemos de dedicar nuestra atención y esfuerzo. Y no dejemos que ni el pasado ni el futuro nos atormenten –dice el filósofo–, pues el primero ya no existe y el segundo lo afrontaremos con la misma ecuanimidad y virtuosismo que el hoy.

4 Imperturbabilidad.

No debemos celebrar nuestros logros ni llorar nuestras pérdidas, pues ambos son parte de lo que el destino ha trazado para nosotros. «Nunca digas respecto a nada: ‘lo he perdido’. Piensa: ‘lo he devuelto’» Básicamente lo que nos pide Epicteto es que no cedamos el control de nuestra vida a nuestras emociones, que no son parte de un comportamiento basado en la razón. El sabio se conoce a sí mismo, su propia naturaleza, sus fortalezas y debilidades. Por ello, no cede ante la irracionalidad de las pasiones, ya sean estas de alegría, tristeza, orgullo, etc. Al contrario, acepta lo que ocurre como parte del plan divino al que está sometido y se pliega a este. Un perro que pasea con una correa tiene dos opciones: luchar por liberarse y marcar el paso, o dejarse guiar por su amo, que le dirige y vela por él. Epicteto nos anima a vivir del mismo modo.

5 Razón ante todo.

Los estoicos respetaban ante todo la razón, despreciando la irracionalidad y la representación de esta: las pasiones. Puesto que la racionalidad es la característica básica de la naturaleza del ser humano, es conforme a ella que hemos de vivir, repudiando todo aquello que no sigue su senda.

El sabio ha de tener dominio absoluto de sus pasiones y mantenerse imperturbable ante cualquier suceso. Sabe que el control de las mismas es la base de su tranquilidad de espíritu, de manera que pone todo su esfuerzo en vivir con la herramienta con que para ello se le ha dotado: la racionalidad.

6 Mirada al interior.

Epicteto, como estoico que es, no presta atención a lo que sucede en el mundo, en el exterior. ¿Por qué? Por la simple razón de que sabe que no tiene control alguno sobre lo que en este acontece. Solo presta atención a lo que depende de sí mismo: sus pensamientos y sus acciones. El ideal estoico es un hombre vuelto hacia sí mismo que encuentra la paz en su interior. De este modo, trata de conocerse, de analizarse, de comprender por qué es como es. Busca aumentar sus virtudes y vencer sus vicios, esforzándose día tras día para mejorar y acercarse al ideal del sabio.

7 Libertad.

Todo esto que venimos diciendo no tiene otro fin que el más ansiado objetivo de la filosofía estoica: la libertad. Epicteto, lo mismo que Séneca, Zenón o Marco Aurelio, persigue lo que él considera la esencia de quien es verdaderamente libre, que no es otra cosa que el total control y conocimiento de sí mismo. Nada puede dañarle o hacerle perder su imperturbabilidad, nada puede afectarle emocionalmente, ningún deseo tiene que pueda ser insatisfecho. De este modo, impasible ante los accidentes de la vida, el sabio estoico es plenamente libre, pues nadie más que él está al mando de su alma.

En tiempos del Covid-19, quizás es un buen momento para releer a Epicteto  y su manual de vida. Os dejo un enlace aquí. Estos días de recogimiento en casa, pueden ser también un reencuentro con nosotros mismos y un recordatorio de que podemos tomar las riendas de nuestra vida y hacer que valga la pena. Quizás, nuestra misión sea solo ser seres auténticos, emocionalmente equilibrados, serenos, bondadosos y libres; quizás sean tiempos de recuperar algunos preceptos del estoicismo...



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