¿Cómo deben reaccionar los docentes cuando su alumnado hace algo que no debe?
¿Estás dispuesto/a a considerar un tipo de disciplina sin dramas?
¿Te apetece probar un enfoque nuevo orientado a alcanzar tu objetivo inmediato (lograr que hagan lo correcto en el momento adecuado) y además ayudarles a ser buenas personas, felices, amables, responsables y más conscientes?
Muchas de las veces, las correcciones que imponemos a nuestros alumnos/as son exasperantes, nos agotan. Se produce un drama, en ocasiones gritos, sentimientos heridos, pena y al final la desconexión. De esta manera, después de la discusión, aún estamos más lejos de la armonía que al principio.
Tras una interacción especialmente angustiosa con tus alumnos, quizás alguna vez te hayas hecho estas preguntas:
¿No soy capaz de hacerlo mejor?
¿No puedo ser un/una docente más hábil, más efectivo?
¿Cómo impongo disciplina de manera que la situación se distienda en lugar de que aumente el caos?
Como docentes, queremos que cesen las malas conductas, y a la vez, queremos dar valor y potenciar la relación con nuestros estudiantes. Queremos construir una relación, no dañarla. Queremos que el enfrentamiento disminuya, no que aumente.
La disciplina consciente es posible.
Los docentes podemos disciplinar con respeto y estímulo, pero también poniendo unos límites claros y coherentes. No basta pensar que nos deben respetar solo porque somos “autoridad”. Eso, no va a conseguir una conexión auténtica con nuestro alumnado. Se puede imponer disciplina, de forma que privilegie la relación y el respeto, y relegue el enfrentamiento y el conflicto a un segundo término. Durante ese proceso, se puede fomentar un desarrollo que favorezca buenas aptitudes relacionales y mejore la capacidad de los estudiantes para tomar decisiones acertadas, tener en cuenta a los demás y adoptar actitudes que preparen para el éxito y bienestar durante toda la vida. O por decirlo de otra manera: podemos castigarlos y olvidarnos del tema o podemos poner en marcha una metodología que tenga en cuenta la educación socioemocional y darles las herramientas para que no vuelva a pasar.
Una disciplina, sin dramas, establece en el cerebro de los alumnos/as conexiones relacionadas con destrezas emocionales y sociales que les servirán ahora y a lo largo de la vida, al tiempo que fortalecerá nuestra relación con ellos.
Una disciplina, sin dramas, establece en el cerebro de los alumnos/as conexiones relacionadas con destrezas emocionales y sociales que les servirán ahora y a lo largo de la vida, al tiempo que fortalecerá nuestra relación con ellos.
Otra manera de ver el conflicto.
No veamos los conflictos que se producen en las aulas o pasillos, como temidas situaciones donde predomina la ira, la frustración y el enfrentamiento. En cambio, pueden ser una oportunidad maravillosa de conectar con nuestro alumnado y redirigirlo hacia conductas que les sean más útiles a ellos y a toda la comunidad escolar.
El papel de los docentes.
Es poco acertado, limitar el papel de los docentes a meros transmisores de formación; pues también son responsables del crecimiento personal y bienestar. Aunque sea de manera inconsciente, todo profesor/a o maestro/a está influenciando el desarrollo de sus alumnos/as y está transmitiendo una determinada forma de ser y de afrontar el día a día. Sus opiniones, sus gestos, su manera de mirar, de corregir… nada pasa desapercibido para esos jóvenes estudiantes.
La palabra disciplina.
La palabra disciplina proviene del latín disciplina que se utilizaba en el siglo XI con referencia a enseñar, aprender y dar instrucciones. Siempre ha estado relacionado con la enseñanza. En la actualidad, la mayoría de las personas asocian a la práctica de la disciplina solo el castigo o los correctivos. Sin embargo, siempre que imponemos disciplina a nuestros alumnos, el objetivo global no es castigar ni aplicar correctivos, sino enseñar.
La raíz de disciplina es la palabra discipulus, que significa alumno, pupilo y educando. Un discípulo, aquel que recibe disciplina, no es un prisionero ni un destinatario de castigo, sino alguien que aprende a través de la instrucción. El castigo, tal vez interrumpa una conducta a corto plazo, pero la enseñanza ofrece capacidades para toda la vida. Si, como sociedad, buscamos el desarrollo óptimo de nuestros niños y jóvenes; aprendamos a disciplinar de manera que se creen destrezas, se desarrollen fortalezas y se genere una interrelación docente-alumno, basada en la autenticidad y el respeto mutuo.
La raíz de disciplina es la palabra discipulus, que significa alumno, pupilo y educando. Un discípulo, aquel que recibe disciplina, no es un prisionero ni un destinatario de castigo, sino alguien que aprende a través de la instrucción. El castigo, tal vez interrumpa una conducta a corto plazo, pero la enseñanza ofrece capacidades para toda la vida. Si, como sociedad, buscamos el desarrollo óptimo de nuestros niños y jóvenes; aprendamos a disciplinar de manera que se creen destrezas, se desarrollen fortalezas y se genere una interrelación docente-alumno, basada en la autenticidad y el respeto mutuo.
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