¿Cómo gestionas la disciplina en tu aula?¿Te has cansado de gritar?

Se presupone en los docentes la capacidad de  gestionar y solucionar  los conflictos que se producen con sus alumnos/as en el aula. 
Dado que la diversidad del alumnado es evidente, el docente debería, entonces, conocer diversidad de técnicas y estrategias que le faciliten el trabajo y sean eficaces para  garantizar el proceso de enseñanza -aprendizaje en un clima agradable. ¿Es esto así, realmente?
Las técnicas correctivas más habituales, que yo he visto usar son: amenazas o castigos. A pesar de no ser las más  recomendables, los docentes suelen pensar que son eficaces en la mayoría de los casos. Sobre todo, cuando su intención es cortar con la conducta disruptiva y  seguir la clase. Un grito o una amenaza puede resultar fácil, rápida y generalmente surte efecto.  Sin embargo, aunque puedan hacer que cese la conducta molesta, ¿da pistas al alumnado sobre cómo conseguir educar a su mente para realizar las acciones correctas y que no se repita esa mala conducta? 
 
Si lo dejamos en ese punto, ni hay pistas ni hay disciplina eficaz, ni se restablece la conexión entre docente y alumno/a. La relación queda tocada y la parte educativa de la disciplina no se produce. Remitirse al respeto de las normas,  es insuficiente. 

Además,  ¿qué pasa con aquellos que no responden a estas  estrategias? Todos sabemos que hay alumnos/as que han sido maltratados y abusados en su entorno familiar y que han generado un modelo de apego desorganizado. En ocasiones,  son escolarizados en nuevos centros educativos, a menudo de manera imprevista, y muchas veces sin el apoyo psicológico que facilite la  integración  necesaria en su cerebro. Los servicios de orientación de los centros carecen de recursos y tiempo requeridos para que estos chavales/as se adapten adecuadamente. Por otra parte, ¿tienen todos los centros escolares protocolos de acogida específicos para este alumnado que se incorpora  con el curso iniciado y pesadas cargas emocionales? Cuando comprendemos los acontecimientos de la vida que no podíamos comprender, la mente puede volverse coherente, nuestras relaciones más satisfactorias y nuestro cerebro más flexible e integrado. 

Estas necesidades educativas especiales, se verían ampliamente solventadas si, al menos, los centros contaran con metodologías y programas específicos de educación socioemocional.  De esta forma, sería más sencillo disciplinar, en el amplio sentido de la palabra, es decir corrigiendo la conducta inapropiada y educando en concienciación emocional y crecimiento personal. Al  facilitar el descubrimiento de las fortalezas, capacitamos al alumnado para hacer frente a la frustración y resolver los conflictos de forma pacífica.  Como consecuencia indirecta, reducimos los problemas de indisciplina, y estamos ayudando al conjunto de la clase, a tener mayor autoestima, a gestionar mejor sus emociones y a hacer frente a las diversas situaciones con compasión y buen humor. Justo, justo, lo que necesitamos los docentes para dejar de amenazar o gritar.

María López de Silanes
Docente y psicóloga








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