Daniel Siegel, llama "tiempo interior" a ese momento de respiraciones conscientes que realizamos para calmar nuestra mente. Tiene un gran parecido con Mindfulness, puesto que nos invita a vivir el momento presente, sin juzgar la experiencia y poniendo el foco de nuestra atención en aquello que estamos haciendo. Según él, centrar la atención en un ejercicio regular de tiempo interior puede integrar el cerebro. Lo cual es muy beneficioso, especialmente para los adolescentes.
"El tiempo interior, la conciencia atenta, y la presencia que origina, capacitará tu cerebro para crear literalmente fibras integradoras que darán lugar a una habilidad para regular las emociones, la atención, el pensamiento y el comportamiento, y así se optimizarán tu sensación de bienestar y la conexión con los demás." Y todo ello es muy deseable. Qué manera más sencilla -que no fácil- de educar a nuestro cerebro para vivir una vida satisfactoria. Procurando emociones positivas y agradables, estaremos creando pensamientos posibilitadores que nos llevarán a las acciones correctas que nos conectan con una vida consciente. Al sensibilizarnos también con los demás, seremos capaces de responder adecuadamente a las situaciones, en lugar de reaccionar de manera irreflexiva e impetuosa. El tiempo interior se puede practicar en cualquier momento del día. Yo lo hago cuando estoy esperando que me toque el turno si he salido a hacer gestiones; mientras espero que mi hija salga de clase, cuando me despierto, cuando me acuesto... Seguro que a vosotros se os ocurren mil momentos durante el día para practicar el tiempo interior. Cuanto más lo practico, mejor me siento. Combinando el tiempo interior con las respiraciones conscientes, podemos aumentar sus efectos. Consiste en centrarse en la sensación de la respiración. Cuando la mente se despiste, date cuenta de ello y redirige la atención a sentir la respiración.
Si has decidido retirarte a tu lugar favorito para regalarte un tiempo interior, deja que tu mente te lleve al mar a través de este cuento antiguo:
La mente es como el océano. Y bajo la superficie, en lo más profundo, está tranquilo y limpio. Desde este lugar de claridad debajo de la superficie, es posible mirar para arriba y apreciar en qué condiciones se encuentra la superficie. Puede estar lisa o picada con olas, o puede incluso que haya una tormenta tremenda, pero sean cuales sean las condiciones, en lo más profundo permanece tranquilo y claro. La vida es como el océano. Y con solo sentir la respiración buceas por debajo de la superficie de la mente. Desde este lugar profundo de la mente es posible apreciar cualquier actividad que esté teniendo lugar en la superficie de la mente, tales como sentimientos o pensamientos, recuerdos o ideas. Y ese lugar profundo por debajo de la superficie de la mente está tranquilo y claro. Y solo el hecho de sentir la respiración te lleva a ese lugar de claridad y calma.
La mente es como el océano. Y bajo la superficie, en lo más profundo, está tranquilo y limpio. Desde este lugar de claridad debajo de la superficie, es posible mirar para arriba y apreciar en qué condiciones se encuentra la superficie. Puede estar lisa o picada con olas, o puede incluso que haya una tormenta tremenda, pero sean cuales sean las condiciones, en lo más profundo permanece tranquilo y claro. La vida es como el océano. Y con solo sentir la respiración buceas por debajo de la superficie de la mente. Desde este lugar profundo de la mente es posible apreciar cualquier actividad que esté teniendo lugar en la superficie de la mente, tales como sentimientos o pensamientos, recuerdos o ideas. Y ese lugar profundo por debajo de la superficie de la mente está tranquilo y claro. Y solo el hecho de sentir la respiración te lleva a ese lugar de claridad y calma.
Ahora, vuelve a centrar tu atención en la respiración en el lugar del cuerpo donde la sientas más claramente. Déjate llevar por las oleadas de la respiración, dentro y fuera.
María López de Silanes
Psicóloga y docente
María López de Silanes
Psicóloga y docente
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