Hoy 27 de noviembre se celebra
el día del maestro/a y quiero aprovechar para animar a todos los docentes a
incorporar la educación socio-emocional en sus vidas.
El conocido Informe a
la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI. La
Educación encierra un tesoro (Delors, et al. 1996) señala que para hacer
frente a los nuevos desafíos del siglo XXI se hace imprescindible asignar
nuevos objetivos a la educación, y por lo tanto modificar la idea que se tiene
de su utilidad. Con objeto de cumplir su misión, la educación debe organizarse
en torno a cuatro pilares:
a) aprender a conocer;
b) aprender a hacer;
c) aprender a vivir
juntos; y
d) aprender a ser.
En mi opinión, es hora de
que los docentes nos impliquemos más en los dos últimos y apliquemos en clase
nuevos programas de educación emocional. No solo para el bienestar del
alumnado, sino también velando por el equilibrio emocional y la salud mental del
equipo docente que actúa como modelo y referente.
Como
indica Rafael Bisquerra Alzina en
su artículo:
Educación emocional y competencias básicas para la vida, “la educación es un
proceso caracterizado por la relación interpersonal. Toda relación
interpersonal está impregnada por fenómenos emocionales, de donde se pueden
derivar efectos sobre el estrés o la depresión. Estos dos son, precisamente, causas
importantes de bajas laborales entre el profesorado. Lo cual sugiere que se
le debe prestar una atención especial entre el profesorado, como primer
destinatario de la educación emocional. Por extensión, el profesorado debería
contribuir al desarrollo emocional de los estudiantes.”
La profesión de maestro/a
tiene un componente vocacional determinante, pero la atención emocional del docente
no debe descuidarse. Su acompañamiento emocional, los incentivos para la
innovación, el aliento y la facilitación de la administración para que puedan poner
en acción sus talentos personales, en los centros educativos, han de hacerse
realidad para enriquecer la profesión del maestro/a, para que se sienta
realizado/a y valioso dentro de su centro de trabajo y, como consecuencia, se
sienta feliz.
La profesión de maestro/a
es una de las profesiones que más puede aportar sentido a la vida de una
persona y por ello permite acceder a una felicidad duradera donde el placer de
servir se confunde con una vida con propósito. Pero a esta profesión también le
acechan peligros: el menosprecio a su trabajo, la burocratización de la enseñanza,
la pérdida de autoridad y respeto, las desigualdades de jornada laboral y
salarios entre comunidades autónomas…Todo ello puede alterar el equilibrio
emocional y profesional del maestro/a y hacerle caer en el pozo de la indefensión
y el despropósito.
Solo un maestro/a feliz
es capaz de transmitir alegría de vivir y entusiasmo por aprender a su
alumnado. La sociedad necesita una educación con programas que tengan en cuenta
la inteligencia emocional para aumentar el bienestar de toda la comunidad
educativa, mejorar la convivencia y prevenir el fracaso escolar.
Felicidades y gracias, maestro/a
por tu dedicación y por enseñar desde el Ser.
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